China y Argentina: una nueva “relación privilegiada”

China y Argentina: una nueva “relación privilegiada”
Rubén Laufer
XXI Jornadas de Historia Económica. Asociación Argentina de Historia Económica. Universidad Nacional de Tres de Febrero. Caseros (Buenos Aires), 23 al 26 de septiembre de 2008


La realización de la Primera Cumbre Empresarial China-América Latina a fines de noviembre de 2007 en Santiago de Chile, con la participación de 400 delegados empresariales y gubernamentales de 13 países latinoamericanos y de China, mostró la relevancia económica y política que la potencia asiática ya ha adquirido en nuestro subcontinente. La declaración final de ese encuentro propuso avanzar “a favor de la liberalización y  facilitación del comercio y la inversión, incluyendo tratados de  libre comercio”[1]
China es ya uno de los principales socios comerciales de la Argentina. En los últimos años, las ventas de soja a la potencia oriental se han constituido en la columna vertebral de las exportaciones totales del país y en su principal fuente de divisas. A su vez, al igual que los demás países de América Latina, la Argentina ha experimentado un verdadero aluvión de bienes industriales chinos en su mercado interno. De la mano de la intensificación del intercambio se creó, particularmente en el último quinquenio, un fuerte flujo de inversiones chinas, centradas en las ramas extractivas y en infraestructura y servicios ligados a las exportaciones hacia el país asiático. Al compás de los negocios se desarrollan fuertes grupos empresariales asociados a intreses chinos, y se multiplican los contactos diplomáticos, políticos y militares en distintos niveles de gobierno.
La intensificación de las relaciones argentino-chinas se inscribe en un marco latinoamericano. Brasil, México, Chile y Venezuela ―además de la propia Argentina― establecieron en los últimos años “asociaciones estratégicas” con la potencia asiática. La gravitación económica y política de China en la región se ha tornado tan relevante como para considerarla un nuevo polo entre los que pujan por las preferencias ―y las alianzas― de las clases dirigentes de nuestro subcontinente. La pugna por la influencia o control sobre las palancas básicas de las economías y de las estructuras estatales de los países latinoamericanos tiñe y condiciona la evolución regional.
¿Cuál es la naturaleza de las relaciones que sectores poderosos de las clases dirigentes argentinas vienen entramando con China, y cuáles son sus implicancias para el desarrollo económico y la inserción internacional del país? Tal es el tema de este ensayo. Sus rasgos fundamentales tienen también vigencia ―con las especificidades de cada caso― respecto de otros países de nuestra región.


Soja, semilla de una nueva “relación privilegiada”

Voceros empresariales, gubernamentales y académicos en la Argentina celebran el vertiginoso crecimiento de las relaciones económicas con China. Hasta 2004 sus expectativas eran alentadas por un superávit comercial de 1.300 millones de dólares, efecto de la depresión de las importaciones resultante de la honda crisis argentina de 2002-2003. La drástica devaluación de 2002 convergió con el crecimiento de la demanda asiática y el consiguiente ascenso de los precios internacionales de los productos primarios, creando condiciones excepcionales para los grandes propietarios y “pools” rurales y para los consorcios exportadores. Para ese entonces ya las exportaciones argentinas a China estaban compuestas en más de un 70% por soja y sus derivados[2]. La posterior recuperación relativa de la Argentina dio nuevo impulso a las importaciones, y a partir de 2006 el superávit comercial fue trocándose en equilibrio y luego en déficit[3]; el discurso predominante pasó a invocar entonces la necesidad de incorporar valor agregado a los bienes argentinos de exportación, subrayando el interés por atraer inversión china en infraestructura local para facilitar las exportaciones a la potencia asiática[4].
En gran medida, hoy la economía argentina y los ingresos del Estado dependen de la soja —es decir de sus mercados compradores externos—, con la consiguiente gravitación interna de los consorcios locales exportadores de soja —en grano, aceite o harina— y la extrema vulnerabilidad externa que tal hiper-especialización implica.

“Argentina es el tercer exportador mundial de soja y el primer proveedor de aceite y harina. China es su principal comprador. Para el ex secretario de Finanzas Miguel Kiguel, ‘mientras los commodities se mantengan altos, no habrá inconvenientes. La clave será observar lo que pase en China... Argentina depende de la soja. La principal variable es el precio de este producto; el día que caiga va a golpear más que las caídas de las bolsas’, sentenció Rodolfo Santángelo, economista de M&S consultores”[5] (destacado nuestro. RL).

La orientación de la economía nacional hacia esa especialización productiva y exportadora se ha convertido en los años recientes prácticamente en política de Estado, debido a la estrategia oficial de basar una proporción sustancial de los ingresos fiscales en las retenciones aplicadas a las exportaciones agropecuarias: durante el año 2007, según datos de la Aduana, la soja representó el 24% del valor de las ventas totales de la Argentina al exterior, y el Estado recaudó de la exportación de ese producto 6.000 millones de dólares (la tasa fue incrementada del 27,5% al 35% en diciembre); la cifra alcanza los 9.000 millones de dólares si se suman las ventas de girasol, trigo y maíz.
La soja y sus derivados “son los que más retenciones tributan... la suba del precio se traduce automáticamente en un aumento de la recaudación impositiva”. En cuanto a las exportaciones, en consecuencia, “tenemos una estructura muy primarizada. [En 2006] sólo enviamos un 3% de manufacturas industriales...”[6].
Efectivamente, según un informe del BID "Argentina, el tercer más grande productor de soja del mundo... se ha convertido en altamente dependiente del mercado de soja chino..."[7]. Esta tendencia, a la que se suman algunos bienes primarios adicionales como petróleo y otros minerales, apunta a consolidarse, impulsada por los gravosos compromisos financieros externos, los subsidios a grandes compañías utilizados como política antiinflacionaria y, ahora, por el propio déficit argentino en el comercio bilateral. Esa dependencia tiene una gravitación mucho mayor en la economía global del país en comparación con las de Estados Unidos y Brasil, porque prácticamente la totalidad de la producción argentina de soja es para exportación. Gradualmente, China va desplazando al Brasil de la posición de principal destino de las exportaciones argentinas que adquirió durante los años ‘90. El principal destino de las exportaciones de esta leguminosa en grano en los primeros dos meses del 2008 fue China, con 472.000 toneladas. En el mismo período, las ventas externas de aceite de soja sumaron un millón de toneladas —por encima de las 735.000 toneladas del mismo lapso del 2007—, y su principal destino también fue China, con 376.000 toneladas (más de la tercera parte)[8].
La tendencia a la “sojización” del campo argentino y el creciente peso de China como mercado comprador se acentuaron en los últimos años, y como resultado de ese proceso “la nueva geografía agroalimentaria de la Argentina se halla sujeta al posicionamiento de China en el dominio del comercio mundial”[9]. Esa evolución se acompañó de la concentración de la propiedad o tenencia territorial, con la expulsión de decenas de miles de productores pequeños y medianos de la actividad productiva y la compra o arriendo de vastas extensiones por grandes pools que operan con "contratistas" (arrendatarios) agrarios. La alianza de estos grupos con el mercado comprador suele expresarse en la asociación con empresas procedentes del país del que dependen sus colocaciones, sumando a su condición de terratenientes la de burguesía intermediaria[10].
China se convirtió, así, en el nuevo patrón de la inserción comercial internacional del país. Aunque el comercio con Beijing experimentó en los últimos años una tenue diversificación (las exportaciones al país asiático incluyeron en 2007 algunos rubros industriales como cilindros para GNC, compresores para estaciones de servicio y medicamentos)[11], los productos agrícolas o derivados representan una proporción abrumadora de esas exportaciones (cerca del 90%)[12], con un vuelco muy pronunciado hacia los productos del complejo sojero (más del 70% entre granos y aceites). En correlación con esto, la superficie destinada a la producción de soja prácticamente se duplicó entre 2003 y 2007, pasando en ese quinquenio de 9 a 16,6 millones de hectáreas (es decir, más de la mitad del total de 30 millones de hectáreas destinadas al conjunto de granos) y desplazando a muchas actividades agropecuarias tradicionales[13].
Este vuelco de las exportaciones argentinas hacia el rubro sojero y hacia el mercado chino —y secundariamente el de la India— dio motivo a que se hablara de “sojadependencia” y hasta de “chinodependencia” de los terratenientes y empresas exportadoras, y de las clases dirigentes argentinas en general.
El proceso de “sojización” en el campo argentino, en alianza de hecho con el mercado chino, conlleva efectos gravosos para la economía nacional. Ya en 2004 escribía un especialista, prefigurando la problemática que emergió en el prolongado y masivo conflicto agrario de marzo-julio de 2008:

Muchos pequeños agricultores han encontrado más rentable alquilar sus campos a las altas rentas de hoy, y han abandonado la producción dejando la misma a los agricultores ricos y a los ‘pools de siembra’ que van concentrando la producción. Este fenómeno ha creado el sector de los minirrentistas, producto del proceso de concentración de la producción, que tras alguna crisis de precios futura irá a engrosar el proceso de concentración de la tierra. Este proceso ha traído el éxodo del campesino de su campo, y más cercano a la actualidad el comienzo de la desaparición de los pueblos, ya que los ‘pools de siembra’ y los grandes terratenientes no compran ni venden en los pueblos en donde están los campos, contribuyendo al achicamiento y la desaparición creciente de éstos...
La expansión del cultivo de la soja ha sido en desmedro de la superficie dedicada a otros cultivos y a actividades ganaderas... Otro tanto ha ocurrido con la producción lechera. Numerosos tambos se han cerrado para dar paso al cultivo de soja, y hoy Argentina ha pasado a importar leche. Mientras el cultivo de la soja se ha expandido a tal punto que representa más de la mitad del total de la producción agrícola, la cantidad de explotaciones agropecuarias, que en el Censo de 1988 llegaban a 421.000, disminuyó en cerca de 100.000 según los datos del Censo último del año 2002. En la llamada zona pampeana, epicentro del fenómeno sojero, en los 14 años que median entre los dos censos desaparecieron el 29% de los productores agropecuarios... El creciente proceso de sojización —35 millones de toneladas en la campaña 2002/03 sobre un total de más de 70 millones de granos y algodón— coloca a la Argentina en una delicada situación, ya que el grueso de la producción agraria pasa a depender de un mercado externo que no se controla, en un mundo donde los países imperialistas vía grandes subsidios manejan a su antojo los precios, las compras y las ventas de los granos”[14].

El proceso de “sojización” de la economía argentina, en suma, ha significado un aumento de la dependencia respecto del mercado externo en general y de los mercados compradores del principal producto exportable en particular, así como de los consorcios exportadores y proveedores —en su mayoría extranjeros o intermediarios—; y se acompañó de una creciente concentración de la propiedad territorial, el aumento de la renta terrateniente y el consiguiente aumento del precio de la tierra. Es decir, ha amplificado el peso de los males estructurales históricamente responsables del atraso industrial y de la erosión de la soberanía económica nacional.
En cuanto a las importaciones argentinas desde China, dos tercios de ellas se componen de aparatos eléctricos y electrónicos, químicos y manufacturas de consumo. Desde inicios de la presente década, el ingreso masivo de productos manufacturados chinos comenzaría a traducirse en un fuerte perjuicio a la industria nacional. Según denunciaba y prevenía en los días previos a la visita del presidente chino Hu Jintao la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), durante la década del '90 y como consecuencia de la política de "convertibilidad" del gobierno de Menem, las importaciones desde China hicieron desaparecer sectores enteros de la industria nacional, en lucha desigual con "una economía intensamente subsidiada, cuyos productos ingresaban libremente al país a precios de dumping"[15].
La característica más destacada del intercambio bilateral es su carácter asimétrico: "Las ventas al gigante asiático eran y son bienes primarios, mientras que a China se le compran todos productos de alto valor agregado"[16]. El mencionado nucleamiento empresarial subrayaba que de los cerca de 2.900 millones de dólares exportados durante 2004 a China, "el 85% fueron embarques de soja y el resto productos primarios como aceites, pescados y cueros. En cambio, de los casi 1.300 millones de dólares que se le importarán a ese país, en su casi totalidad están explicados por productos de origen industrial cuyo ingreso al país a precios irrisorios produjo daños irreparables sobre pequeñas y medianas empresas..."[17].

Desembarco chino en Argentina

El flujo de productos del país asiático fue acompañado de una intensa corriente de inversiones —enteramente chinas o en asociación con corporaciones locales—, especialmente a partir del año 2000. La inversión china en la Argentina se orientó, al igual que en casi todos los países de la región, hacia rubros de producción y de servicios directamente relacionados con las exportaciones hacia China, entre ellos ferrocarriles, petróleo, hierro y soja. El primer contrato de la recientemente creada empresa petrolera Enarsa (Energía Argentina S.A.) fue, a fines de 2004, una carta de intención con la estatal china Sonangol[18]. Se comprometieron fuertes inversiones escalonadas en construcciones ferroviarias por las corporaciones China Beiya Escom International Limited y China Railway 20 TH Bureau Group, y en barrios de viviendas por las empresas New World y China Constructions[19]. La empresa privada china A Grade Trading Ltd. adquirió en escasos 6,4 millones de dólares la reserva de hierro más grande de América Latina, la ex Hipasam y hoy Minera Sierra Grande, en la provincia de Río Negro. La corporación china Noble instaló su primer puerto propio en Puerto Timbúes, en la zona portuaria de la ciudad de Rosario, sobre el río Paraná en el sur de la provincia de Santa Fe, uno de los núcleos de la producción sojera, cuyo principal destino es, precisamente, China. El grupo liderado por Franco Macri se asoció con el holding chino Sanhe Hopefull Grain & Oil en una sociedad conjunta ―Shima― para el control del ferrocarril Belgrano Cargas, tren carguero que desde el norte del país conecta con un puerto sobre el Pacífico chileno, abaratando el transporte  de productos exportables a China[20]. En julio del presente año el mismo grupo Macri presentó, de la mano de la compañía china Chery, el modelo Tiggo, marcando su retorno al mercado automotor local. En esos mismos días el Jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, comprometió la participación de la corporación china Citic Group en la extensión de la red urbana de subterráneos. Industrias Metalúrgicas Ferroni (ex Industrias Minetti) proyecta la radicación de una planta de montaje de camiones y vehículos todo terreno de la marca china JAC (Anhui Jianghuai Automobile) en la provincia de Salta.
De este modo, respaldados por la enorme gravitación del mercado chino, los representantes del capital privado y estatal de la potencia asiática han establecido en los últimos años vínculos duraderos con terratenientes y fuertes empresarios locales, y con funcionarios gubernamentales a nivel nacional, provincial y municipal. Ello permite a sus inversiones acceder a condiciones de privilegio en lo que se refiere a impuestos y regalías, gracias a las cuales obtienen a bajo costo abastecimientos de petróleo y minerales como el carbón de Río Turbio en la provincia de Santa Cruz. En la minería tanto carbonífera como metalífera, se benefician del esquema arancelario establecido en los años '90 por el gobierno de Menem y mantenido en vigencia por los de De la Rúa, Duhalde y Kirchner, que incluye exenciones impositivas, regalías de apenas 2% de la producción, y la inexistencia de retenciones a las exportaciones mineras[21]. Gracias a estos y otros privilegios, similares a los que favorecen a las inversiones provenientes de otras potencias, una parte significativa de los fondos que financian la inversión extranjera proceden, en realidad, de recursos internos.
El gobierno del presidente Néstor Kirchner (2003-2007), que hacia fines de 2005 afianzó su toma de distancia respecto de los Estados Unidos y del gobierno de Bush con nuevas concesiones a multinacionales de otras afinidades como Repsol-YPF, Panamerican, Aluar y Techint, al tiempo que consolidó lazos financieros y políticos con el presidente venezolano Chávez, se ha constituido ―a través del círculo más próximo al gobierno― en gran impulsor de la nueva “relación especial”, económica y política, con China.

La China actual

Identificar la actual naturaleza de la sociedad y del Estado chinos es condición imprescindible para develar el carácter de las relaciones económicas y políticas que importantes sectores de las clases dirigentes argentinas —y las de otros países latinoamericanos— están estableciendo con la potencia asiática.
Cuando en 1978 la nueva clase dirigente china liderada por Deng Xiaoping alcanzó la dirección del Partido y del Estado, adquirió con ello el control de los gigantescos combinados productivos industriales y de las comunas rurales que en los tiempos del socialismo eran conducidos respectivamente por consejos de trabajadores fabriles y de campesinos. En el plano interno, bajo el rótulo de “economía socialista de mercado”, se descolectivizó aceleradamente la propiedad y el trabajo de la tierra; se amplió sistemáticamente el margen de la propiedad privada empresarial y de la “regulación” de la economía por el mercado; se “flexibilizó” la legislación laboral a favor de las corporaciones, se impulsó la apertura masiva al capital externo y se crearon zonas francas en áreas costeras con regímenes de privilegio para la radicación de corporaciones extranjeras orientadas a la exportación[22].
Se reconstituyeron los grandes conglomerados monopólicos que caracterizan a las economías occidentales. En noviembre de 2007 la empresa Petrochina —en un 86% bajo control gubernamental— pasó a ser la mayor compañía petrolera del mundo por su índice de capitalización bursátil, sobrepasando a las estadounidenses General Electric y ExxonMobil[23].
Fusionados los nuevos consorcios industriales con la banca antes encuadrada en los marcos del estado, surgió el capital financiero chino. Las compañías nacionales se asociaron o se repartieron mercados ―dentro y fuera de China― con empresas de otras grandes potencias, especialmente europeas y rusas. La clase dirigente china abrió de par en par sus fronteras a la introducción de capital extranjero, bajo control estatal y en buena medida en asociación con corporaciones privadas o públicas locales, particularmente en los rubros petrolero y del automotor, a partir de la apertura en 1998 a las inversiones extranjeras.
Al mismo tiempo, la dirigencia de Beijing estimuló una intensa exportación de capitales. Hoy, después de tres décadas de reformas capitalistas, las poderosas multinacionales chinas multiplican sus inversiones hacia todo el mundo, incluso dentro de la zona de influencia de otras potencias, y aún en áreas sensibles de la economía interna de éstas[24]. Entre los años 2000 y 2007 las inversiones directas chinas en el extranjero aumentaron 20 veces, incluyendo compras accionarias en los bancos de inversión Bear Sterns, Barclay’s y Blackstone, la adquisición de la unidad de computadoras personales de IBM por la china Lenovo, la compra estatal masiva de bonos del Tesoro norteamericano, inversiones en industrias petroleras y mineras en Africa, América Latina y el Medio Oriente, y la participación en numerosas fusiones y adquisiciones en todo el mundo[25].
La expansión mundial de los capitales chinos experimentó un salto cualitativo tras la recuperación en 1997 de la soberanía china sobre Hong Kong y sus enormes reservas financieras. Éstas han superado ya largamente el billón de dólares (un millón de millones, la mayor parte en bonos estadounidenses), desplazando a Japón al segundo lugar. Esta es una de las razones por las que China sostiene el valor del dólar, a lo que se suma que los EE.UU. son el principal destino de sus exportaciones. Son chinos tres de los cuatro mayores bancos del mundo en términos de su valor bursátil: el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC, 1º), el Banco de la Construcción de China y el Banco de China (2º y 4º); el 3º es el chino-británico HSBC[26]. En agosto de 2006 el Banco de la Construcción de China adquirió la división asiática del Bank of America; en febrero de 2008 se aprobó la compra por el ICBC, del sudafricano Standard Bank, el mayor banco comercial del África.
La industria china crece a pasos agigantados, compitiendo en los mercados internacionales en base a una mano de obra a costos comparables a los de los países más atrasados del tercer mundo. La dura explotación económica y la extrema opresión social y política sobre el pueblo son motivo de protestas frecuentes y cada vez más violentas. Desde los años '80 se prohibió la existencia de sindicatos independientes del Estado y se suprimieron las convenciones colectivas. El derecho de huelga y el de hacer debates públicos y colocar “dazibaos” (grandes carteles murales) fueron eliminados de la Constitución.

China, gran potencia en un mundo desigual

China no se ha convertido en un país tercermundista “en vías de desarrollo”, ni en una mera “plataforma mundial de exportación de las transnacionales”[27]. China es ya una gran potencia que se propone explícitamente afirmar esa condición en un mundo multipolar.
Los gobernantes chinos describen la llamada “globalización” como una tendencia objetiva e inexorable de la economía y la política mundiales, cuyas oportunidades originan al mismo tiempo desafíos y peligros globales en cuya solución China debe asumir responsabilidades a escala mundial conjuntamente con las demás potencias[28]. La evolución de la situación internacional es postulada, así, como resultado de la concertación de intereses entre los estados poderosos y de los acuerdos entre sus gobernantes.
Beijing ha dado pasos sustanciales con vistas a consolidar su posición como potencia regional. Fortalece su asociación estratégica con Rusia, con quien tiene desde 2001 una alianza político-militar de vastos alcances, y ambas constituyen el eje de la Organización de Cooperación de Shanghai (Rusia, China, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán), con quienes avanzan en el fortalecimiento de sus relaciones militares, el mejoramiento en las relaciones comerciales, en sustanciales compromisos energéticos, y en la aproximación de sus enfoques y posiciones diplomáticas a nivel internacional[29].
Simultáneamente, la diplomacia china ha tenido posiciones duras frente a Estados Unidos y a Europa respecto a temas comerciales, financieros y militares, y compite con el Japón por la hegemonía regional en el Asia-Pacífico.
Coherentemente con este rumbo, China muestra un creciente alejamiento de la reivindicación de los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, que caracterizó su política internacional entre 1949 y 1978. El gobierno de Beijing no sólo no se opuso a la invasión y ocupación colonial de Estados Unidos a Irak, sino que reclamó el respeto de derechos e intereses nacionales en el país del Golfo[30].
Desde 1996, el Departamento de Defensa norteamericano, en su informe anual “El poderío militar de la República Popular China”, equipara la competencia mundial entre ambas potencias por los recursos naturales con el conflicto por Taiwán, como potencial motivo de guerra entre Estados Unidos y China. El Pentágono constituyó recientemente el Africom (Africa Command), el primer comando conjunto de ultramar que establece en los últimos 25 años[31]. La alarma de la Casa Blanca creció visiblemente tras la cumbre chino-africana de noviembre de 2006 en Pekín, a la que asistieron líderes de 48 países africanos.
Washington se preocupa también por la creciente presencia china en América Latina. Su inquietud ya ha sido tema de una extensa serie de audiencias en el Congreso. Muchos legisladores ven a China como el desafío más serio a los intereses estadounidenses en la región desde la desintegración de la Unión Soviética[32].
Tanto en el caso de África como en el de América Latina, la dirigencia norteamericana vigila de cerca el crecimiento de la influencia de China, materializada en una intensa ofensiva diplomática, promesas de grandes inversiones, ofrecimientos de asistencia al desarrollo, préstamos a bajo interés, iniciativas culturales, relaciones de ejército a ejército y venta de armas.
A diferencia del período de vigencia del socialismo, hoy China, fuertemente integrada al sistema capitalista mundial, está siendo afectada por la actual crisis económico-financiera —lo que se manifiesta en la persistente caída de sus índices bursátiles— y afronta el peligro de la recesión, principalmente como consecuencia de la baja de la demanda estadounidense.
Según informó el Wall Street Journal en varias notas de la primera semana de julio de 2008, los altos costos de las materias primas que insume la industria china —principalmente petróleo, minerales y alimentos— y el fortalecimiento del yuan respecto del dólar —que encarece sus productos de exportación y el “costo” laboral— están desacelerando las ganancias de las empresas chinas y generando disminución de la producción y cierres de fábricas y talleres en toda la franja industrial exportadora costera desde la provincia sureña de Guangdong hasta el polo textil de Honghe, próximo a Shanghai. La causa es la típica de las crisis sistémicas del capitalismo: la sobreexpansión de la producción para un mercado que se reduce, lo que en el caso de China se combina con una altísima dependencia del comercio exterior, en relación a un mercado interno cuantitativamente inmenso pero cualitativamente disminuido por la proletarización de millones de campesinos, los despidos masivos por el proceso de privatizaciones, los salarios bajos y recortados aún más por la inflación, y la eliminación de conquistas sociales. La desaceleración del crecimiento exportador de China y las sucesivas caídas de sus valores bursátiles inducen a su vez el freno de su empuje importador, lo que golpearía duramente a las economías que, como la Argentina, han ido forjando una pronunciada especialización productiva y exportadora y una dependencia creciente hacia ese mercado. En el caso argentino, esta situación comenzó a manifestarse ya durante el año 2007 en la reversión del signo de la balanza comercial bilateral, antes positivo y ahora negativo.

La “división internacional del trabajo” con China y sus eslabones internos

En el plano comercial, prácticamente todos los convenios que los países latinoamericanos vienen suscribiendo con la potencia asiática reconocen un patrón similar: exportación de productos primarios regionales contra importación de productos de la industria china. En lo fundamental, la estructura tanto del intercambio chino-latinoamericano como de las inversiones oficiales y privadas de China en la región tiende a consolidar la clásica división internacional del trabajo entre las grandes potencias y los países latinoamericanos que aquéllas, apoyándose en los intereses de poderosas fracciones de las clases dirigentes de nuestro subcontinente, predicaron y promovieron desde el siglo XIX. Se refuerza el perfil primario-exportador de nuestras producciones y, por lo tanto, una orientación que agrava el efecto de las estrategias económicas que predominaron en las últimas dos décadas: un perfil sin industria, o limitado a la producción de algunas manufacturas de origen agropecuario (aceite de soja) y a la extracción y transformación de algunos recursos naturales como el gas y el petróleo, o restringido al desarrollo de algunos pocos rubros necesarios y no competitivos con las producciones de China; una industria meramente complementaria, subordinada a, y dependiente de capitales, insumos y mercados extranjeros, en desmedro de los requerimientos de un desarrollo independiente, integrado y autosostenido de nuestras economías y en perjuicio del capital, la producción y el empresariado nacionales centrados en el mercado interno, así como de los sectores del trabajo que constituyen su base.
Mirado en perspectiva histórica, esta modalidad de intercambio y de inversión extranjera consolida las rémoras de una estructura económico-social cuyo desarrollo es, desde hace más de un siglo, obstaculizado por la subsistencia del latifundio y por la dependencia industrial, comercial y financiera respecto de las grandes potencias que se expresa ―como factor interno― en el predominio de las corporaciones de esas potencias en las economías locales, y en su control del comercio exterior y de las finanzas de los países de la región.
Los gobernantes de la potencia oriental aprovechan la condición de China como país otrora socialista y del tercer mundo para presentar los lazos comerciales y la radicación o asociación de capitales chinos en las economías locales como una alternativa desarrollista, y como una “oportunidad” que permitiría a los países de nuestra región desarrollar sus producciones, diversificar sus relaciones económicas, disminuir su dependencia financiera y afirmar sus intereses nacionales, en contraposición a la perspectiva de su absorción en un marco “americano” (el ALCA) o en el de la asociación interregional que propone la Unión Europea[33].
Como un siglo atrás lo hacían los industriales y gobernantes ingleses y sus intermediarios criollos, la dirigencia china y sus clientes y proveedores latinoamericanos describen el carácter complementario de las economías de China y de América Latina como una condición provista por la naturaleza; pero lo que se exalta, en verdad, es la complementariedad entre la economía china y las estructuras económico-sociales actualmente imperantes en la mayoría de los países de la región.
En correspondencia con esas definiciones, se multiplican en las dirigencias gubernamentales y empresariales latinoamericanas los llamados a adaptar las estructuras económicas regionales a los “retos” y “desafíos” que plantea la complementación económica con China, aludiendo así a la conveniencia de seguir centrando las producciones de la región en los rubros que hoy demanda el mercado chino y de liberalizar las normas laborales y de inversión en términos “atractivos” para el capital de ese país. El director de Comercio Internacional de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Osvaldo Rosales, exhorta a los gobernantes y empresarios latinoamericanos a pensar a China como socio estratégico por su alta demanda de recursos naturales. El directivo de la CEPAL propone fortalecer la producción y exportación de productos primarios, llamando a "insertarse en las cadenas regionales de  valor que se estructuran en torno a China", y subrayando que "América Latina es el principal proveedor de  China en productos como la soya, cobre, mineral de hierro, níquel, harina de pescado, cueros, azúcar, zinc, estaño y uvas"[34].
En la Argentina, a impulso del extraordinario crecimiento del comercio bilateral y de las inversiones chinas, durante las últimas dos décadas se han desarrollado y expandido grupos empresariales ―algunos de origen nacional, otros provenientes de anteriores vínculos con intereses europeos, rusos u otros, y muchos con representación directa o fuerte influencia en círculos gubernamentales― que asumen el papel de socios subordinados y se convierten en intermediarios de las políticas comerciales del gobierno de Beijing, o de las corporaciones privadas o públicas chinas en grandes proyectos de inversión.
Son casos paradigmáticos de esa clase empresarial algunos nombres de resonancia en la esfera de los grandes negocios como el de Julio Werthein, durante décadas gran empresario vinculado a la “multinacional” rusa en la Argentina, ex presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y presidente de la Cámara de la Producción, la Industria y el Comercio Argentino-China[35]; y el ya mencionado grupo Macri[36]. Bajo el sugerente título “La nueva China cambia al mundo”, la influyente Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) enuncia, en un minucioso estudio de fines de 2004, una serie de recomendaciones para que las corporaciones locales realicen negocios con China[37].
Así, la “asociación estratégica” en marcha tiende a consagrar una “relación especial” o “privilegiada” de sectores de burguesía intermediaria y de terratenientes de la Argentina con la burguesía en el poder en China, similar a la que esas mismas clases establecieron con el capitalismo británico en las primeras décadas del siglo XX. Funcionarios argentinos no han tenido inconveniente en reivindicar la subordinación y adaptación del desarrollo nacional a los requerimientos del nuevo socio, y en resaltar incluso la similitud entre la vieja y la nueva “asociación subordinada” de las clases dirigentes locales hacia los intereses de las potencias extranjeras: "Sería algo parecido a lo que Gran Bretaña implementó en la Argentina a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX con los ferrocarriles y frigoríficos. Una estructura para adecuar el potencial productivo del país a las demandas de ese centro económico. Lo que China hará en la Argentina es invertir en infraestructura para que los productos que nosotros aportemos se acomoden a la demanda de ese mercado"[38]. Este tipo de “relación especial”, como ya mostró la historia, no puede más que acentuar la subordinación y deformación estructural de nuestras economías y sociedades.
Connotados representantes empresariales, gubernamentales e intelectuales argentinos aluden insistentemente a la gran oportunidad que para la Argentina supuestamente depararía su reespecialización en la producción primaria para la exportación en el actual período de vertiginoso crecimiento industrial de China y la consiguiente elevada demanda de alimentos y materias primas, debido a la complementariedad entre las economías argentina y china.
Para Alieto Guadagni, de largo desempeño en la función pública (secretario de Industria, Comercio y Minería durante la presidencia de Menem, y ministro de Economía durante la de Duhalde): “El mundo vive hoy una onda larga de crecimiento impulsada por las naciones emergentes… Para nosotros ha cambiado el gris escenario internacional… La cuestión es saber si seremos capaces de aprovechar esta oportunidad y no desperdiciarla con políticas erróneas…”; esto último, en clara crítica a la imposición de retenciones a las exportaciones agrarias como gravosas a esas producciones y recomendando, en representación de hecho de los intereses intermediarios de la exportación de productos primarios, la adopción de impuestos directos (a las ganancias y a la renta). “Es urgente —subraya Guadagni— definir una nueva estrategia de inserción internacional de la Argentina en un mundo ávido de alimentos… Es posible aprovechar esta onda larga de demanda internacional y, al mismo tiempo, reducir la pobreza”[39] (destacados nuestros. RL).
En la misma línea, el ahora ex jefe de gabinete del actual gobierno argentino, Alberto Fernández afirma que: “(....) la Argentina tiene una formidable oportunidad porque en esta crisis lo que más se está cotizando es el mercado de alimentos, el mercado de productos primarios, y allí estamos en una situación de privilegio en el mundo; tenemos que aprovechar esta oportunidad”[40] (destacados nuestros. RL).
La “nueva” estrategia de inserción internacional que se propone no es, en verdad, otra que la vieja estrategia impuesta en su propio beneficio por las clases dirigentes argentinas durante la vigencia del llamado “modelo” agroexportador entre 1880 y 1930[41], cuando la “situación de privilegio” determinada entonces por la “onda larga” de gran demanda y altos precios internacionales sostenida por la nueva fase de la industrialización europea y luego norteamericana consolidó en la Argentina el latifundio y la dependencia, es decir el poder económico y político de los grandes terratenientes y el control de las ramas fundamentales de la economía por el capital extranjero o sus intermediarios, y con ello el atraso industrial y la vulnerabilidad externa de una estructura económica que, como resultado principalmente de esos factores internos, sufriría de lleno el impacto de la crisis de los años ’30.
La alianza de los sectores ligados a la intermediación comercial e inversora con los mercados y capitales de una u otra de las grandes potencias suele expresarse, como ya vimos, en términos de asociación subordinada. La revista de negocios Fortuna reproduce las declaraciones de Adolfo Grobocopatel, “patriarca” del grupo sojero Los Grobo:

“La suspensión de embarques de soja brasileña por parte de los importadores chinos fue uno de los factores que motivó la baja del precio de la oleaginosa… Al tener comprado a más de u$s 250, creo que han buscado alguna cosita, como que esos embarques tenían olor a agroquímico. Los barcos se vinieron de vuelta y bajó de $ 700 a $ 500… Yo creo que lo de los chinos fue una excusa para bajar los precios.
“Fortuna: En caso de que fuera así, ¿maniobras de este tipo no generan cierta desconfianza con el comprador?
“Grobocopatel: ¿Pero cómo te vas a pelear con China si es quien nos compra todo? Jamás. La colocación asegurada es China. No podés enojarte con tu patrón, con el que te va a comprar todo” (destacados nuestros. RL)[42].

Una mentalidad, como se ve, propia de burguesía intermediaria y que bien podría calificarse de invertebrada, en la que su “patrón” de conducta no son los intereses del país ni los de los sectores populares, sino los del mercado comprador.
Y aunque esta política de reespecialización primario-exportadora ha sido alentada desde el Estado durante los últimos 5 años bajo consignas de desarrollo y diversificación productiva que proclaman divergencia con el programa neoliberal que imperó en los ’90, sus manifestaciones políticas son idénticas a las que sostienen voceros de los sectores de las clases dirigentes que fueron hegemónicos en esos años y que hoy son,igualmente, fervientes impulsores de la nueva asociación con China. En aras de potenciales perspectivas de negocios, el diplomático neoliberal Felipe De la Balze recomienda abandonar las prevenciones que las clases dirigentes argentinas pudieran albergar respecto de las conductas económicas, sociales y políticas de la dirigencia china:

Se censura a China por su accionar en el Tíbet, por su régimen político autoritario y por sus inversiones en países considerados poco respetuosos de los derechos humanos... China merece que se le otorgue el tiempo histórico necesario para completar su proceso de modernización... La transformación de China en un actor de primerísimo nivel en el escenario mundial representa un desafío y una gran oportunidad para la Argentina. Sepamos responder al desafío y aprovechar la oportunidad[43] (destacados nuestros. RL).

 Tal “oportunidad” consiste esencialmente, como afirmaba el ex canciller Bielsa, en alentar y promover, con inversiones chinas y del propio Estado argentino, la adaptación de la infraestructura productiva, comercial y de servicios del país a los requerimientos de la especialización exportadora determinada por la demanda del mercado comprador, en coincidencia con la línea que hoy se impulsa para nuestra región desde organismos internacionales como la Comisión Económica para América Latina:

"’China es una extraordinaria oportunidad —subraya José L. Machinea, secretario ejecutivo de la CEPAL, y creo que esa oportunidad se profundizaría si se observara una mayor presencia china en términos de Inversión Extranjera Directa (IED) en América Latina’... que ayude a la creación de infraestructura, empleo y que contribuya a elevar el potencial de la región para el intercambio comercial con China”. (Es decir —acotamos nosotros—, no en función de un desarrollo independiente y autosostenido sino de los requerimientos del comprador-inversor). “Machinea sugirió estudiar las formas para concretar una asociación en la que se exporte productos con más valor agregado de la región, incluso con inversiones chinas[44] (destacados nuestros. RL).


Conclusión: ojeada al pasado y al futuro

Las relaciones entre la Argentina y China tienen rasgos muy similares a las de casi todos los países de América Latina, y experimentaron el mismo explosivo crecimiento en los últimos años.
En el plano comercial, los convenios que los países de la región vienen suscribiendo con el país asiático reconocen un patrón similar: exportación de productos primarios regionales contra importación de productos de la industria china. En lo fundamental, la estructura del intercambio chino-latinoamericano y de las inversiones oficiales y privadas de China en la región tiende a consolidar la “clásica” división internacional del trabajo entre las grandes potencias y los países latinoamericanos que aquéllas, apoyándose en los intereses de fracciones de las clases dirigentes de nuestro subcontinente, predicaron y promovieron durante más de un siglo: un tipo de relacionamiento que refuerza el perfil primario-exportador de nuestras producciones, desalentando la diversificación productiva y el desarrollo industrial propio.
Se acentúa así el efecto de las estrategias económicas que predominaron en las últimas dos décadas y media, estimuladas ―en sociedad o alianza con sectores de las clases dirigentes locales― a través de las políticas liberales recomendadas por las grandes potencias y por los organismos financieros internacionales: un perfil sin industria, o limitado a la elaboración de algunas manufacturas de origen agropecuario, a la extracción y transformación de algunos recursos naturales, o al desarrollo de ramas industriales subsidiarias en rubros con centro neurálgico en el exterior. En suma, una industria meramente complementaria, subordinada y dependiente de capitales, de insumos y de mercados extranjeros, en desmedro de los requerimientos de un desarrollo independiente, integrado y autosostenido de nuestras economías y en perjuicio del capital, la producción y el empresariado nacionales centrados en el mercado interno.
Las modalidades de intercambio y de inversión extranjera así desarrolladas refuerzan, así, una estructura económico-social obstaculizada por la subsistencia de la gran propiedad territorial y la orientación primario-exportadora, y por el control de ramas estratégicas de la industria, el comercio interior y exterior, los servicios y las finanzas por corporaciones monopólicas de las grandes potencias ¾o locales asociadas a ellas¾.
Los términos de subordinación que así se perfilan trascienden el plano meramente comercial. En el caso de la Argentina, tienen antecedente en la histórica tendencia de los grandes propietarios territoriales y empresarios asociados al capital extranjero a ofrecer todo tipo de concesiones económicas y políticas a las grandes potencias capaces de ofrecer un mercado vasto y permanente en el que esas clases puedan materializar con sus exportaciones la renta del suelo y las ganancias correspondientes a su monopolio; términos, en suma, similares a los que preconizaba la consigna “Comprar a quien nos compra” proclamada en 1927 por la Sociedad Rural Argentina, organización representativa de los terratenientes ganaderos, para reafirmar la “relación especial” con la burguesía inglesa en tiempos en que su alianza era amenazada por la competencia norteamericana. Esa “relación privilegiada”, y la recurrente resistencia de los estancieros exportadores a la asociación con los Estados Unidos, tenían un sólido fundamento interno, ya que las producciones agropecuarias y exportables de Argentina y la potencia norteamericana eran y son competitivas, y consiguientemente los Estados Unidos nunca constituyeron un mercado significativo para los productos exportables de la Argentina e incluso competían con éstos en los mercados mundiales; mientras que las economías argentina y británica se caracterizaron durante más de medio siglo por su naturaleza complementaria.
En la Argentina, la complementariedad entre las economías compradora y vendedora y el mercado exterior concentrado en una u otra gran potencia, han sido históricamente la puerta de entrada a la subordinación (primero comercial, después política, militar, estratégica) de las clases y grupos económicos locales ligados a la exportación de productos agropecuarios hacia esas potencias, perpetuando y profundizando las estructuras internas responsables del atraso industrial y de la dependencia externa. En los años '30, desencadenada la crisis mundial, la pronunciada dependencia de los ganaderos argentinos respecto del mercado inglés permitiría al gobierno británico ―a través del Pacto Roca-Runciman de 1933― obtener del gobierno oligárquico instalado entonces en la Argentina enormes concesiones financieras y privilegios para las empresas inglesas radicadas en el país, en perjuicio de las urgencias productivas, fiscales y sociales internas y de la propia soberanía política nacional. Por entonces, los hacendados argentinos consideraban que la monoproducción ganadera y cerealera constituía el destino manifiesto del país, celebraban la complementariedad de ese tipo de producciones con los mercados europeos, y presentaban su propia sujeción al mercado comprador como necesaria y beneficiosa para la nación en su conjunto. Esa dependencia sería la base de la larga perduración de la conexión anglo-argentina, y de las potencias europeas como principal destino de las exportaciones agropecuarias del país del Plata desde la segunda posguerra y en el mundo bipolar, aún cuando los Estados Unidos detentaban ya una notoria supremacía en el mundo capitalista y una hegemonía incontestada en el área latinoamericana.
En épocas más recientes, la práctica de aprovechar la concentración de lo sustancial de las exportaciones argentinas para imponer y perpetuar la asociación de sectores de las clases dirigentes locales al mercado comprador fue sistemáticamente utilizada también por la superpotencia soviética durante la primera etapa de la dictadura de 1976-1983 ―consumada hacía tiempo su transformación en potencia nuevamente capitalista e imperialista―, bajo la dirección del grupo militar de Videla-Viola y la conducción de la economía por José Alfredo Martínez de Hoz. Consolidado hacia 1980 el redireccionamiento de las exportaciones de cereales y carnes hacia el mercado ruso ―iniciado a comienzos de la década, durante el régimen del general Alejandro A. Lanusse―, los intereses agrarios y del capital vinculados a la nueva “relación especial” indujeron la adopción de políticas dirigidas a equilibrar el comercio bilateral, marcadamente desbalanceado a favor de la Argentina, mediante la compra a Moscú de maquinaria industrial, medios de transporte y grandes equipos generadores de energía, así como la apertura a la masiva inversión rusa, que por entonces se canalizaba fundamentalmente a través de la realización, por corporaciones estatales de esa potencia, de grandes obras de infraestructura (represa hidroeléctrica de Salto Grande; planta termoeléctrica en Bahía Blanca; proyecto, finalmente frustrado, para construir una gran represa sobre el Paraná Medio)[45].
En 1981 la Unión Soviética era el destino del 80% de las exportaciones cerealeras y del 20% de las de carnes argentinas. El fuerte entramado económico constituido sobre esa base tuvo su correspondiente correlato en los planos político, diplomático y militar, en una verdadera “apertura hacia el Este a través de hombres de derecha”, como se calificó por entonces la nueva relación con Rusia[46]. Esa fue, también, la base de la actitud benevolente hacia las políticas de Moscú en su confrontación con Washington, que personalidades representativas del establishment argentino ligadas a esa relación sostuvieron con motivo de la invasión rusa a Afganistán, en plena guerra fría[47]. Ello explica que el régimen ex soviético liderado por Leonid Brezhnev se constituyera en el principal respaldo político internacional del grupo Videla-Viola dentro de la dictadura argentina.
En la actualidad, la soja cumple aproximadamente la función que antaño desempeñaron las carnes y el trigo, y China desempeña un papel análogo al que en otros tiempos tocó a las potencias europeas y a la URSS. Y de modo similar, sectores de las clases dirigentes de América Latina celebran el circunstancial auge de los precios internacionales de materias primas y energéticos debido a la demanda china[48]. Sin embargo, desde que a fines del siglo XIX se configuraron y permanecieron intocados los rasgos estructurales básicos de la Argentina moderna, los períodos de especialización primario-exportadora y los mayores ingresos en tiempos de precios internacionales elevados de sus producciones agrarias no se tradujeron en crecimiento industrial, mayor independencia y eliminación del atraso social y de la pobreza de las mayorías populares (salvo, parcialmente, durante los breves interregnos de gobiernos reformistas, industrialistas y nacionalistas con políticas de fuerte redistribución del ingreso), sino en mayores rentas en favor de la gran propiedad territorial y en beneficios extraordinarios para los consorcios exportadores, por lo general extranjeros o asociados a ellos.
A pesar de ello es frecuente encontrar, incluso en ámbitos académicos, interpretaciones que resaltan el rol “modernizador” que sobre las atrasadas estructuras económicas latinoamericanas estarían desempeñando las inversiones chinas, desestimando el hecho histórico de la división internacional del trabajo que desde fines del siglo XIX sujetó a los países de la región a la condición de meros mercados de venta de productos industriales, de abastecimiento de materias primas y de inversión extranjera en provecho de las grandes potencias:

 “…No faltan las argumentaciones que auguran para América Latina la repetición del esquema establecido por Inglaterra a fines del siglo XIX, cuando el Continente quedó uncido al carro de la división internacional del trabajo, en calidad de reservorio (periferia) de materias primas y mercados para las manufacturas de los países del ‘centro’ —opina el Dr. Julio A. Díaz Vázquez, de la Universidad de La Habana. Ven en la ‘ofensiva china’ los mismos propósitos: obtener recursos no renovables y destino para exportar mercaderías… Si bien muchas de las inversiones comprometidas por China en la región se encaminan al desarrollo de obras de infraestructura, la adquisición de tierras y claros objetivos de minimizar los costos finales, no significa que dejen de desempeñar un importante papel en la necesaria modernización de las estructuras económicas de América Latina”... Este impulso inversor facilitaría a la región reenfocar las energías y hacer viables las estrategias para fomentar nuevas capacidades competitivas en esferas como la agricultura, diversificar la minería…”[49] (destacados nuestros. RL).

La modernización que efectivamente impulsó el régimen oligárquico de entonces con enormes concesiones y privilegios a las compañías ferroviarias inglesas no se implementó en función de un desarrollo independiente y autosostenido del país sino de las necesidades complementarias de esas oligarquías y del comprador-inversor europeo. La conformación de la red ferroviaria en forma de embudo para vincular el puerto de Buenos Aires con las zonas de la producción ganadera, lanera o cerealera y con los centros de consumo del interior es un símbolo elocuente de la deformación estructural que, al tiempo que canalizaba hacia la boca de salida de ese embudo los bienes agropecuarios, sentaba las bases de una economía aherrojada y atrasada por la dependencia y el latifundio. El actual “impulso inversor” de China, igualmente, no concurre a los fines de un desarrollo integrado, autónomo y orientado a satisfacer las necesidades del país y sus mayorías, sino a “fomentar nuevas capacidades competitivas en esferas como la agricultura” y a “diversificar la minería” u otras especializaciones funcionales a las necesidades y requerimientos de las grandes potencias, retrogradando nuestra estructura económico-social hacia formas sustancialmente similares a las del período preindustrial.
En términos tanto económicos como político-estratégicos, corresponde preguntarse si la actual aproximación de influyentes sectores de las clases dirigentes latinoamericanas a China no perfila ya la conformación de una especie de “área de influencia” de la potencia asiática en la región, en competencia con intereses norteamericanos y europeos de antiguo arraigo en la misma. Como hemos visto, ello estaría reflejando las conveniencias inmediatas y las expectativas futuras de sectores locales exportadores ¾fundamentalmente de bienes primarios¾ en las “oportunidades” que derivarían del creciente rol mundial y regional de China como mercado y como proveedor de capitales, y en una nueva “relación especial” que insuflara renovado impulso vital a las viejas estructuras económicas y políticas sustentadas en la concentración de la propiedad territorial y en la asociación con el capital extranjero.

Julio de 2008


[1] Ministerio de Comercio de China. Agencia china Xinhua, 29-11-2007.
[2] Cornejo, Romer: América Latina ante el crecimiento económico de China. Buenos Aires, BID-INTAL, 12-13 de octubre de 2005, p. 27.
[3] En 2007 el saldo positivo de la balanza cayó a U$S 253 millones (Clarín 12-02-2008); pero según otras fuentes la tendencia del comercio bilateral durante 2007 anunciaba ya para fines de ese año un déficit de casi U$S 850 millones (Infobae, 28-06-2007).
[4] José L. Machinea, secretario ejecutivo de la CEPAL, a la agencia china Xinhua. Representa China una oportunidad para AL”, Xinhuanet, 07-01-2008.
[5] www.ellitoral.com, 23-01-2008.
[6] Dante Sica, ex secretario de Industria de la Argentina. Infobae, 28-06-2007.
[7] Cornejo, Romer: América Latina ante el crecimiento económico de China…, p. 27.
[8] Agencia Reuters 06-05-2008, en http://www.terra.com/noticias/articulo/html/act1241294.htm
[9] Cardozo, Gustavo: “Asia y China, ¿motores de la crisis agrícola mundial? El caso argentino”. IGADI, 24/05/2008.
[10] Utilizamos la categoría de burguesía intermediaria para caracterizar, en los países dependientes, a aquellos grupos económicos industriales, comerciales o financieros en los que predomina su asociación con capitales de una u otra de las grandes potencias, lo que los convierte en socios subordinados de dichos intereses y suele traducirse en posiciones, pugnas y/o alianzas políticas en el seno de las clases dirigentes (promoción de, u oposición a medidas de gobierno, condicionamientos materiales o políticos a funcionarios, respaldo de candidaturas, etc.). Asociación que, según muestra la trayectoria de muchos de esos grupos en el tiempo, suele ser cambiante en cuanto al “socio” externo.
[11] Silvia Naishtat en Clarín, 14-11-2007 y 25-01-2008.
[12] Clarín, 12-02-2008.
[13] www.ellitoral.com, 23-01-2008.
[14] Gigli, Rafael: “Acerca de la sojización”. Ponencia en el Congreso nacional y latinoamericano sobre uso y tenencia de la tierra. 30/6 y 1º/7/2004, Parque Norte, Ciudad de Buenos Aires.
[15] “Acuerdo Argentina-China: no cometer los mismos errores”. C.A.M.E., Comunicado de prensa, 16-11-2004. http://redcame.org.ar/comunicado.php3?id=335
[16] C.A.M.E., ibídem. La Coordinadora empresarial reiteró su protesta en marzo de 2008, advirtiendo que "las importaciones de China crecieron 62,6% en 2007 y se multiplicaron siete veces en cuatro años… los sectores más afectados son: juguetes, textiles, calzados, muebles y electrodomésticos". http://ar.invertia.com/noticias/noticia.aspx?idNoticia=200803091949_TEL_SIN109
[17] Ibídem.
[18] "Sonangol entra en negocios de 5.000 millones en Argentina". http://archives.econ.utah.edu/archives/reconquista-popular/2004w49/msg00098.htm
[19] Oliva, Carla V.: “Inversiones en América Latina: la inserción regional de China”. En Cesarin, Sergio y Moneta, Carlos (compiladores): China y América Latina. Nuevos Enfoques sobre Cooperación y Desarrollo. ¿Una Segunda Ruta de la Seda? Red de Estudios de América Latina y el Caribe sobre Asia-Pacífico (REDEALAP-INTAL), 2005., p. 225.
[20] Además del grupo Shima representado por Macri, a pedido del gobierno argentino de N. Kirchner la sociedad del Belgrano Cargas integró al grupo Roggio y a tres sindicatos: dos ferroviarios y el de los camioneros, cuando este último era conducido por Hugo Moyano, actual secretario general de la CGT y principal apoyatura sindical del gobierno de Cristina Kirchner.
[21] García, Marcelo: "Agáchate que vienen los chinos". Rebelión, 13-11-2004. http://www.rebelion.org/noticia.php?id= 7530#sdendnote7sym.
[22] Fagundes Vizentini, Paulo G.: “Elementos estratégicos para la construcción de un nuevo orden mundial: la integración informal y conflictiva en Asia Oriental”. En Ciclos... Nº especial 14-15, Bs. As., 1er. semestre de 1998.
[24] Así lo mostró la oferta que en junio de 2005 y por 18.500 millones de dólares hizo la compañía china Cnooc ―compitiendo con la norteamericana Chevron― por la compra del gigante energético estadounidense Unocal, finalmente frustrada a causa de la inquietud de los parlamentarios norteamericanos por las implicancias que el cambio de manos pudiera tener sobre la “seguridad nacional” de los Estados Unidos.
[25] Progressive Policy Institute, “Chinese Direct Investment Abroad Has Grown Twenty-Fold Since 2000”. http://www.ppionline.org/ppi_ci.cfm?contentID=254483&knlgAreaID=108&subsecID=127&FREM=Y&sid=162754&mid=25181
[27] Así lo interpreta, entre otros, el diplomático argentino Felipe De la Balze. En Clarín,  30/4/05, p.42.
[28] Según el viceprimer ministro de China, Wen Jiabao, la globalización económica es una tendencia objetiva... En el proceso de participación en la globalización económica, el Gobierno chino asumirá las debidas responsabilidades... A las opiniones y peticiones racionales de los países en desarrollo se les debe otorgar atención adecuada a fin de brindarles la oportunidad de compartir los beneficios de la globalización económica”. “China enfrentará desafíos de globalización”. Diario del Pueblo, 26-03-2001. http://spanish.people.com.cn/spanish/200103/26/ sp20010326_46234.html.
[29] Wilches, Víctor: Rusia y China: una posible alianza. GrönMäne Ed., 2005.
[30] China... tiene una actitud muy positiva sobre el rápido restablecimiento en Irak de la estabilidad y paz... China desarrollará aún más la amistad tradicional con el pueblo iraquí y mantendrá sus derechos e intereses en Irak...”. Declaración de Sun Bigan, encargado de negocios interino de China en Irak, 17-02-2004. http://spanish.people.com.cn/spanish/200402/17/sp20040217_72617.html.
[31] Klare, Michael T.: “The new geopolitics of energy”. The Nation, 19-05-2008.
[32] Hakim, Peter: “¿Pierde Washington a América Latina?”. Foreign Affairs En Español, Enero-Marzo 2006.
[33] "El intercambio y el apoyo económico mutuo entre China y los países latinoamericanos promueven el crecimiento económico de ambas partes, especialmente de América Latina... Para los países latinoamericanos, China es un mercado estable que sirve para reducir sus pesadas deudas y fortalecer su macroeconomía... De ahí el carácter mutuamente beneficioso de la cooperación económica y el intercambio comercial entre ambas partes, como parte de un vínculo que deberá ayudar a diversificar la economía y el comercio de las naciones latinoamericanas y a reducir su dependencia económica y comercial con respecto a Estados Unidos y Europa". “Fructífera gira de Hu Jintao por América Latina”, http://www.chinatoday.com.cn/hoy/2005n/5hn1/6n1.htm
[34] "Buscan Chile, Brasil y Perú mejorar comercio e inversión con China". Agencia Xinhua, 10-11-2005. http://www.spanish.xinhuanet.com/spanish/2005-11/10/content_181327.htm.
[35] La Cámara de la Producción, la Industria y el Comercio Argentino-China (CPICAC) fue fundada en 1984, y actualmente la integran representantes del Banco Sudameris -ex Banco Mercantil Argentino-, la aseguradora La Caja y la compañía Telecom Argentina (grupo Werthein), compañías exportadoras de granos como Nidera y Cargill, IMPSA (grupo Pescarmona), grupo Spadone, HSBC Bank Argentina, Banco de Galicia, Siderca, entre otros (La Nación, sección Economía & Negocios, 10-10-2005).
[36] Mariano Macri ―hijo de Franco e integrante del grupo― encabeza la Cámara de Comercio e Industria Argentino China (CCIAC), que rivaliza con Werthein por las preferencias del gobierno y de las corporaciones chinas. En mayo de 2006 el gobierno chino designó a Franco Macri consejero de inversiones para América Latina.
[37] Cristini M. y Bermúdez G.: “La nueva China cambia al mundo”. Buenos Aires, Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), Documento de Trabajo N° 81, setiembre de 2004. Los consejos directivo y consultivo de FIEL están integrados por representantes de los círculos más poderosos del empresariado nacional y extranjero en la Argentina, entre ellos Juan Masjoan (presidente de Telecom S.A.), Manuel Sacerdote (Bank Boston Argentina), Alberto Alvarez Gaiani (presidente de la Unión Industrial Argentina, referente de las corporaciones alimenticias), José M. Dagnino Pastore (ministro de Economía en 1969, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, y en 1982, durante el turno dictatorial de Reynaldo Bignone), Carlos de la Vega (Presidente de la Cámara Argentina de Comercio), Luciano Miguens (Presidente de la Sociedad Rural Argentina), Aldo B. Roggio (presidente de la constructora Benito Roggio e Hijos), Santiago Soldati (Comercial del Plata), Oscar Vicente (vicepresidente de la petrolera Pérez Companc), Julio Werthein (ex-Presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y de la Cámara de la Producción, la Industria y el Comercio Argentino-China), Martín J. Blaquier (vicepresidente ejecutivo de Camuzzi Argentina SA) y Alejandro Bulgheroni (petrolera Bridas).
[38] Rafael Bielsa, ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina, en el diario Ámbito Financiero, 08-11-2004.
[39] “El mundo demanda alimentos”. La Nación, 14-05-08.
[40] Diario El Litoral on line: “Argentina mira a China y la soja antes que a la crisis financiera”. Abril 2008.
[41] Ver Rapoport M.: Historia económica, política y social de la Argentina(1880-2003). Bs. As., Ariel, 2005.
[42] Adolfo Grobocopatel, en reportaje de revista Fortuna, julio 2004.
[43] “Juzgar a China con criterios más amplios”. Clarín, 18-05-08.
[44] José L. Machinea, secretario ejecutivo de la CEPAL, a la agencia china Xinhua. En Representa China una oportunidad para AL”, Xinhuanet, 07-01-2008.
[45] Ver Vacs, Aldo: Los socios discretos... También R. Laufer, y C. Spiguel: "Europa Occidental en las relaciones internacionales argentinas del mundo bipolar, 1970-1990", Revista Ciclos en la historia, la economía y la sociedad, Nº 14-15, 1er. semestre de 1998.
[46] Rapoport, Mario: "La posición internacional de la Argentina y las relaciones argentino-soviéticas". En Perina, R. y Russell, R.: Argentina en el mundo, 1973-1987. Bs. As., 1988, p. 78.
[47] "Desde que la Unión Soviética se ha ubicado en el primer lugar de los clientes de cereales argentinos, no ha cesado de repetirse el estribillo de la presunta dependencia argentina de su cliente... Conviene recordar que la Unión Soviética es el principal cliente de cereales argentinos e importante comprador de carnes, cueros, lanas, vinos y algunos otros productos, porque Europa occidental ha dejado de comprar muchos de esos productos en la medida en que lo hacía antaño... La Argentina ha demostrado conducirse como proveedor confiable cuando el gobierno de Washington presionó para imponer un embargo cerealero en represalia por la invasión soviética de Afganistán...". Roberto T. Alemann, en revista Todo es Historia Nº 207, julio de 1984, p. 4.
[48] "A su irrupción en la demanda mundial se debe, en buena medida, el auge de los precios internacionales de materias primas que hoy celebran los países de bajo desarrollo, especialmente en una América Latina que después de años de vacas flacas disfruta de elevados precios agrícolas". Julio M. Sanguinetti, ex presidente del Uruguay: "China ya hizo pie en América Latina", La Nación, 15-12-05, p. 6.
[49] “China-América Latina”. Dr. Julio A. Díaz Vázquez, Centro de Investigaciones de Economía Internacional, Univ. de La Habana. El Economista de Cuba, Nº 307, 2007.